LA DEUDA

Publicado en por LIBORIO

TROCANDO CON LA TEORIA

 

 

No. 5

                                    


  LA DEUDA

 

 

                                                   

 

 

El acto de recibir un facilitador monetario a cambio de cualquier bien o servicio, rompe en el tiempo y en el espacio la simultaneidad del intercambio, propia de la práctica del trueque. Para el oferente del bien o servicio, su enajenación constituye un acto separado temporal y espacialmente de la utilización posterior del facilitador monetario en la adquisición de otro bien o servicio. En estos intercambios mercantiles, según lo inmediato o no de los actos de mutua cesión de bienes o servicios, debemos observar que, en la práctica monetaria convencional, un intercambio de mercancías con “pago simultaneo” es sustancialmente “a plazo”, ya que el vínculo del instrumento monetario con el referente trabajo,  esencia de la realidad económica, se diluye en un futuro incierto.

 

En la teoría monetaria se hace distinción entre el dinero (verdadero), que es el instrumento de la valoración de los bienes, y como tal, el instrumento que propicia  la circulación de los mismos, y el medio de pago, que es simplemente el facilitador monetario intermediario en la circulación de los bienes. Esta distinción entre estas dos funciones monetarias es fundamental como se verá a continuación para comprender la observación enunciada.

 

Retornando a la esfera de la circulación mercantil, propia a la práctica monetaria convencional, ya no se produce la aparición simultánea de los equivalentes; mercancía y dinero. El dinero funciona primero como medida de valor, al determinar el precio de la mercancía vendida. El precio fijado, mide la obligación del comprador, esto es, la suma de dinero que el mismo debe pagar en el plazo estipulado. Pero el dinero funciona, en segundo lugar, como medio de pago, y aun cuando el pago real sólo existe en la promesa dineraria del comprador, provoca, no obstante, que la mercancía cambie de manos. Sólo al vencer el plazo convenido, el medio de pago entra efectivamente en la circulación, es decir, pasa de las manos del comprador a las del vendedor. El medio de pago se ha sustraído de la circulación, o dicho en términos ya familiares en este proceso de trueque de teorías; es acumulado. Si bien es cierto que el medio de pago ingresa a la circulación, ello ocurre después de que la mercancía se ha retirado de la misma.

 

La función del dinero como medio de pago trae consigo una contradicción. En la medida en que se compensan los pagos, el dinero funciona supuestamente como medida de los valores. En la medida en que los pagos debieran ser realmente efectuados, el dinero debería cumplir plenamente su principal función, que es su función valorativa. Pero ya no coinciden la masa de dinero en curso y la masa de mercancías que circula. Está en curso dinero que representa mercancías sustraídas desde hace tiempo a la circulación y circulan mercancías cuyo equivalente en dinero no aparecerá sino en el futuro.

 

 

En el discurrir del tiempo económico a fin a la práctica del trueque, (del trueque multirecíproco, por ejemplo), se cuenta con la preexistencia de un bien o servicio previo a su metamorfosis en el facilitador monetario. El bien o servicio , producto del trabajo individual, se metamorfosea en el facilitador monetario. La cantidad de facilitadores o medios de pago y el valor que expresan coincide con las mercancías que representan.

 

Contrariamente en el tiempo y en el espacio económico propios a la práctica monetaria convencional, la noción de valor es un referente distante que se extravía en el tiempo y en el espacio. O dicho en otras palabras,

 

el referente valor, esencia de la realidad económica, y cuya manifestación objetiva es el dinero, se presenta difuso en el tiempo y en el espacio.

 

La sustancia del valor, ese desgaste de músculo, nervio, cerebro, se encuentra temporal y espacialmente, separada de su función y por consiguiente el dinero no hace parte de la  esencia de la economía real sino sólo es su apariencia. Un objeto autónomo que en apariencia puede desarrollarse desvinculado del trabajo humano.

 

En la práctica monetaria convencional el dinero no puede entenderse sino como un dinero fiduciario, nominal, un signo que no está ligado a ningún bien concreto, -como en su momento lo fue con el oro-, en el cual hay que creer, tener fe, confiar por las buenas o por las malas. Y remitiéndonos a la distinción ya hecha de los intercambios mercantiles realizados según lo inmediato o no de los actos de mutua cesión de bienes o servicios, debemos observar que los intercambios con pago al contado son sustancialmente a plazo ya que los medios de pago no pasan la prueba de conversión en especies exteriores al sistema monetario, lo que implica siempre un elemento fiduciario o crediticio. Se presenta la dicotomía entre la economía monetaria y la economía real. Aquí el medio de pago constituye un crédito creado en razón de un pago diferido y por lo tanto todo consumo de mercancías crea

 

LA DEUDA

 

El instrumento monetario no obedece al criterio de “título real” porque no pasa la prueba de conversión en mercancía existente.

 

 

… es dinero que representa deuda.

 

Quizás, sólo en el largo plazo… deje de ser deuda… quizás…

 

…repican distantes y difusas las palabras de Keynes…:

 

…”la importancia del dinero reside esencialmente en que constituye un vínculo entre el presente y el futuro”… 

 

El criterio que prima en la práctica monetaria convencional para la creación monetaria es

 

la riqueza futura esperada,

 

y una emisión monetaria de esta índole, crea los instrumentos monetarios para efectuar los intercambios de mercancías que deben validar las previsiones, producto de la racionalidad de los individuos. Pero hasta tanto no se realicen las previsiones se ha creado una deuda.

 

El intercambio de productos realizado en la práctica monetaria convencional, derriba las barreras temporales, locales e individuales, y lo hace precisamente porque separa en el tiempo y en el espacio, la identidad simultanea existente entre ofrecer el producto del trabajo propio y demandar el producto del trabajo ajeno. Y al dejar de ser el dinero el mediador del proceso y al constituirse en el fin en sí mismo, margina al trocador que sólo convierte inicialmente el bien o servicio ofrecido en el facilitador monetario, para facilitar la satisfacción de un deseo, una necesidad; se le concede el poder económico a quien acumula, por conservar la mercancía bajo forma dineraria; y el comprador endeudado tan sólo utilizará el dinero para poder pagar su deuda.

 

Así entonces, el vendedor deviene acreedor y el comprador deudor. Y es en esta segunda situación, desde un punto de vista individual, que la diferencia no se advierte, al menos mientras se tenga confianza en la práctica monetaria consistente en la cesión de bienes o servicios a cambio del instrumento monetario. Pero desde el punto de vista social, y al entender el dinero como

 

“encarnación de trabajo social”,

 

y al ser el dinero mismo objeto de apropiación individual, la riqueza social futura pasa a ser una riqueza individual en el presente. O como ya fue dicho en la historia de la teoría monetaria;

 

 

“el poder económico social se convierte en poder económico privado”.

 

 

Se hace evidente entonces que el instrumento monetario, promesa de pago real en un futuro, mediante la valorización a través del trabajo, es simplemente un medio de apropiación de bienes y servicios en el presente, es decir, una pura

 

  DEUDA

 

 

 

 

consecuencia de una práctica monetaria desabrida que ha ignorado ese valioso concepto de la teoría monetaria llamado

 

 

LA SUSTANCIA

 

 

que cocinaremos en el  Boletín No. 6 de 

 

 

TROCANDO CON LA TEORIA

 

 

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